Contra el dogma de la eficiencia

De Jevons, la causalidad y el decrecimiento

23 enero 2013

Hace ya bastante descubrí por un estudiante de psicología el nombre de un fenómeno menos conocido de lo que debería.
En el artículo y en el siguiente vídeo se citan algunos ejemplos de la paradoja de Jevons:
  • Los atascos no disminuyen al aumentar el número de carreteras, que fomentan el uso del coche.
  • Las galletas light no adelgazan porque se acaban comiendo más.
  • Medios de transmisión de información más rápidos nos hacen dedicarles más tiempo a "las redes".
  • En la industria del automóvil de EE.UU. los motores son más eficientes y los materiales empleados más ligeros, pero los vehículos son cada vez más grandes y pesados.

En definitiva, fenómenos que muestran que EFICIENCIA REDUCCIÓN, aceptando como expresión:
Ei Ci Ui ≤ Ef Cf Uf
donde E: Eficiencia, C: Consumo y U: Unidades/uso (inicialmente y tras la innovación)

O lo que me atrevería a llamar "la transcripción del Segundo Principio al comportamiento social".

La economía convencional (y muchas de sus alternativas como la socialista, igualmente productivista) está sostenida por dogmas de fe, y la innovación técnica no proporciona soluciones si no hay un cambio de mentalidad, de filosofía de fondo (decrecimiento lo llamamos algunas). Otros ejemplos clásicos de innovaciones que proponían aumentar la eficiencia para solucionar problemas:
  • Los transgénicos, que iban a acabar con el hambre.
  • Internet, que iba a propagar el conocimiento a escala global.
  • La robotización, cuando las máquinas iban a acabar con el trabajo y darnos ocio.
Contra lo prometido, la mejora de las comunicaciones no necesariamente está haciendo que la gente vuelva a entornos rurales o más tranquilos gracias al teletrabajo, sino al contrario: El ritmo de crecimiento de las ciudades es mayor debido a que aunque nos comunicamos electrónicamente, no abandonamos los antiguos conceptos como "horas sentadas - horas trabajadas". Se pronosticó que ya no tenía sentido aglutinarse en ciudades cuando apareció el teléfono, se pensó lo mismo del fax; y luego del correo electrónico y las videoconferencias..., pero aunque posible, no ocurrió.

¿Y cómo es que esta carrera por el desarrollo no soluciona, sino que acumula e incluso crea problemas cada vez más grandes?. Pues este es un comportamiento propio de los sistemas complejos, como aquellos en los que interviene el factor humano. Aquí es donde entra la causalidad circular:

Dinámica de sistemas, de J. Aracil y F. Gordillo. Ed. Alianza 1997
Alguien está inmerso en dos tipos de problemas (a) [...] Al tratar de liberarse de uno de ellos, empujándolo para apartarlo, se produce el fenómeno ilustrado (b) [...]. La causalidad circular implícita en un proceso de retroalimentación hace que aparentes soluciones a unos problemas produzcan deterioros importantes en otros.
En nuestro caso, las dos opciones habituales a un problema dado serían:
  1. Soluciones sostenidas en valores, o procesos conscientes de cambio de valores ("Por qué hago, Por qué necesito"). Complejas y a largo plazo (tanto personalmente como para una masa social), no solemos tener el tiempo ni la costumbre para ponerlas en marcha.
  2. Soluciones sostenidas en técnicas, que evitan enfrentar el problema - y casi siempre sólo parcialmente- o lo aplazan ejecutivamente ("Cómo hago, Cuánto cuesta"). Aunque simples (que no sencillas) e inmediatas, suelen actuar sobre factores imprevistos o no deseados cuando el sistema tiene cierta complejidad.
¿De dónde sacamos pues el tiempo para crear esos procesos que reduzcan efectivamente "los costes"?. En una recomendable charla, José Luis Sampedro cuestionaba a un auditorio de jóvenes el que "No sabemos qué hacer con la técnica, no tenemos el arte de vivir." y ahondaba sobre el uso de la técnica sin valores humanísticos que provean "el tiempo para hacerse lo que se es". Es decir, que la utilidad de la tarea vaya más allá de su realización, convirtiéndose en una herramienta para la humanización, o sea desechada.

Mientras, la sociedad del ser humano parece empeñado en resolver técnicamente -mediante acciones simples y complicadas, en lugar de sencillas y complejas- sus errores de concepto, confiando en que sus dogmas o la causalidad funcionarán algún día a su favor.

Feliz año, por cierto.

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