Cien días

07 agosto 2011

El origen del plazo tácito que se le da a tod@ gobiernante desde su elección hasta que comienzan a sacarle punta no es fácil de encontrar. Aunque  quizás hay otras, mi explicación preferida es la del último periplo de Napoleón I, y hoy me apetece contarla.
Pese a que el de la guerra y la pérdida de millones vidas por los planes de un imbécil (da igual la época) es un tema para no frivolizar, para hacértela llevadera la relataré como hacen los historiadores, es decir, hazte a la idea de que esto sólo va con Napo, un tipo muy de mandar, que tanto te mandaba matar como a por sellos al estanco, pero como si no fuera mucho con él.

"A mi me das cien días y te monto un imperio"

Pensamientos de horas bajas:
"Invado, no invado..."
Tras haber recibido por todas partes y de todos los ejércitos de Europa, el bueno de Napo se aburría en la isla de Elba ya jubilado de Emperador y con pensión vitalicia (¡Ay si te hubiera visto el 15M!). Todavía no se sabe si fue una apuesta, que no le escribían los amigos o que era un culo inquieto y el cuerpo se lo pedía; el caso es que se lió la manta y se decidió a aprovechar la tarjeta oro para volverse a París.
Por el viaje se juntó con fiesteros de la escapada a Rusia, esa de la que prefería no hablar, pero consiguió aguantarse las ganas de jarana y apretar el paso para llegar a la capi el 20 de marzo a la hora del bermú.

Tras los «¡Pero dónde andabas!» y con tanta bienvenida de golpecito en el hombro se le ablanda la coraza hasta el corazón y se curra una nueva consti mucho más guay que la primera. Eso, o que se olía que a la gente lo de volver a ser Reino tras lo de la Revolución y su Imperio les había sabido como a quedarse fuera de la Champions (antes, sin liga europea el orgullo patrio se medía así), y que la cosa prometía si terminaba de ganárselos. Y lo hizo.

Waterloo, fiesta de la espuma
Ya por junio, presa del subidón y crecido por el calor del populacho enardecido, le dicen que si un belga le ha mirado mal y que anda con los que lo mandaron a la isla, pero al llegar a Waterloo resulta que el belga ha montado una fiesta y se lía parda más de lo debido. Pardísima. 
Exacta y calculadamente el día 100, o así, el 22 de junio durante los cafés con los políticos que todavía le apoyaban saca el tema de adaptarse, de que a partir de ahora todo a mejor, y oyéndose el eco de aquella sala piensa para si:
- "Hey Napo, salir por piernas quizás no es tan mala opción."

« Fin »

Cien días: el tiempo necesario y suficiente para reconstruir y destruir un imperio, esa es la vara con la que nuestros gobiernos se la miden (la legislatura) desde 1815 hasta hoy. El silogismo es claro: "Si un tipo bajito, acomplejado y cabezón cuadró Europa, en el mismo tiempo da para...". Al fin y al cabo, todos los grandes planes empiezan con ese pequeño ego comparativo: Yo más.

Hale, una cosa que habéis aprendido hoy.

1 comentario:

Javier B. dijo...

Buena entrada. Cuando se hable de los 100 primeros días de un gobierno, siempre pensaré en cuando le llegará su Waterloo al político de turno.

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