Hace un tiempo rondaba por los pasillos y laboratorios de la Escuela Politécnica Pukas, una pastor alemán con cara tristona que igual le daba olfatear por bocadillos que por sulfúrico. La recuerdo desde que iba al instituto contiguo, a la Pirámide, y nunca llegué a saber a quién pertenecía exactamente. Con ella aprendimos que la vida siempre se abre camino, sobre todo si anda buscando almuerzo.
Pukas murió, y hoy me he dado cuenta de que cuando los que la conocimos nos vayamos de la escuela, sólo los profesores más veteranos y las huellas que un día dejó en el cemento la recordarán.
Por eso he querido ampliar la lista y añadir un blog.
Vencer sin peligro es ganar sin gloria - Séneca
el blog de Jorge Luis

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