El sentido de la vida.

08 agosto 2006

El alquimista

Durante cuatro días y cuatro noches trató el alquimista sin descanso de obtener el más bello de los metales. En la mañana del quinto día salió al exterior y, lejos de sus utensilios y de sus artes, alzó los brazos hacia el cielo clamando contra los astros.

En realidad no fueron cuatro días y cuatro noches. Tampoco se trataba de un alquimista sino de mi madre, y lo que intentaba no era encontrar la piedra filosofal sino sacar unas tremendas manchas de desodorante de los sobacos de una camiseta verde. Pero la amargura se reflejaba igualmente en su rostro.

La entropía del universo siempre aumenta, y no existe la máquina del movimiento perpetuo, y semejantes manchas, ya duras y acartonadas, simplemente no pueden salir a la luz. Hay cosas que, sencillamente, no tienen vuelta atrás. Es entonces cuando sólo queda aceptar la derrota:

---Te compro una camiseta nueva ---me dijo--- si no lo cuentas en internet...

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